giovedì 21 giugno 2012

El friulano en los tiempos que cambian





 “- ¿Abuelo que tienes, te veo preocupado, que es lo que te atormenta? Hace dos horas que estas allí enojado sin decir una palabra -”.
Viendo que su nieto había puesto tanta dulzura al hablarle y que, pobre joven, estaba con el corazón en la mano por él, Meni, aunque no tenía ninguna intención de hablar, no podía sustraerse de las preocupaciones del nieto. Verdad, sus pensamiento eran feos, demasiado torcidos para ese muchacho tan joven. Pero por lo mismo, por como se habían puesto las cosas, Meni, no podía echarse atrás  y así, dando algunas vueltas, empezó a contar de donde le venia  su malestar.
“- Muchos años atrás, cuando yo era muchacho, en todos los pueblos de la Provincia de Udine se hablaban cuatro lenguas.
Los señores, entre ellos, usaban el veneciano, aunque era un veneciano por  así decirlo. Lo habían arreglado como pudieron para hablar la misma lengua de los patrones: era un reto, no querían ser menos.
El párroco y los curas bajo su mando, en cambio, para sus rezos y misas, - como ya sabes -  usaban el latín.
¿El italiano? El italiano lo usaban las maestras y los maestros con los chicos en las escuelas y el alcalde con los de su grupo cuando se encontraban en el Palacio Comunal. -
Toda la gente del pueblo como yo, usaba la lengua friulana. La lengua usada por nuestros viejos -, había agregado el abuelo. – Ese hablar, que según los señores, por no decir nuestros patrones, no era una lengua, sino un dialecto. Para decirlo de una vez: la lengua de los humildes ... Aquellos, nieto, eran los años ni bien terminada la guerra, años de miseria y de hambre para muchas familias -.”
El abuelo, débil como estaba, se había cansado contándome esas cosas. Pero después de haber tomado aire y secándose las tibias lágrimas de sus ojos que le bañaban el rostro, siguió adelante con sus palabras:
“-... después de más o menos veinte años de terminada la guerra, las cosas empezaron a cambiar para mejor. Primero, esos cuatro señorones del pueblo se fueron a vivir a la ciudad y el pseudo veneciano que hablaban, ya no lo usaba nadie más. Y las cosas no terminaban allí. Un Papa, uno de esos que no podemos olvidar, justo en esos años, dió la orden a todo el clero de no usar mas el latín para los rezos y las misas, debían usar el italiano, y si lo hablaban, porque no, el Friulano.
Se había puesto en la cabeza y tenia razón, que solo así, todos podían entender mejor sus rezos y sobretodo las palabras usadas en las funciones religiosas. En definitiva, en esos años, en los pueblos y también nosotros, se hablaban solamente dos lenguas: el italiano en las escuelas, en la iglesia y en el municipio; el Friulano, que ya nadie consideraba un dialecto, mas bien, y ya era hora, una verdadera lengua -.
Aquellos, nieto, fueron, a lo mejor, los años mas lindos que conoció el pueblo friulano. Nuestros pueblos  se habían convertido en una segunda Suiza. Además, aquellos que, ni bien terminada la guerra debieron hacer las valijas para no morir de hambre, habían podido volver a casa: había trabajo para todos. ¡Piensa tu! Trabajo cerca de la puerta de tu casa, hablando la lengua que les habían enseñado, en los vecindarios, nuestros viejos.
Lindos tiempos...aquellos..., pero, como decían los mayores, bien quizás: la codorniz no siempre va por el mismo surco, y también esta vez lo cambió. En los últimos años las cosas fueron cambiando para peor.
Trabajo no hay para todos y sobretodo para los jóvenes como tu y no pasará mucho tiempo para que me saquen la pensión también a mí. Se viene un mundo donde yo no me reconozco más. Por las calles ya no se ve a nadie, a los chicos por el pueblo los contás con los dedos de una mano. Todo cambia. También los curas vuelven a decir misa en latín. ¿Y el friulano? No lo habla ya nadie, solo esos cuatro viejos que quedaron. Volveremos, vaya, como una vez, donde la miseria la cortabas en fetas y en el pueblo se hablaban las cuatro lenguas. Es cierto que si un pueblo pierde el trabajo y su lengua, pierde su dignidad y su destino está marcado.
Mira, nieto, de donde viene mi malestar, mi tormento, mis pocas ganas de vivir. Y siento que también para mí los días  están contados y que la de la guadaña ya esta tocando a la puerta...”
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Autor: Nello Malisano
Traducción al español: Galliano R. De Agostini
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